diciembre 4, 2024

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El transporte público de Londres al borde de la quiebra.  España busca no seguir el mismo camino

El transporte público de Londres al borde de la quiebra. España busca no seguir el mismo camino

Con permiso de las cabinas telefónicas rojas, el Big Ben, la rueda de la fortuna, Westminster y un puñado de monumentos más, quizás la gran seña de identidad de Londres —replicada mil veces en selfies y postales— son sus autobuses, taxis negros y un metro que ha conseguido convertir su logo en casi un icono pop universal. Sin embargo, ni ese peso los ha salvado del COVID-19. El transporte urbano está infectado. Y con fiebre también. guardián ha revelado que Transport for London (TfL), la autoridad que gestiona el servicio, está al límite. Su situación es tan complicada que ha lanzado un SOS a las administraciones: podría enfrentar la bancarrota pronto.

Y la pandemia tiene mucha culpa.

Más allá del duro “martillazo” que se llevó el metro y el resto del sector durante lo peor de la pandemia, cuando se aplicaron confinamientos y restricciones de aforo, la realidad es que a día de hoy sus niveles de demanda siguen sin recuperarse y se mantienen muy por debajo de los alcanzados antes de la pandemia. El nivel de pasajeros del metro allí es del 59% y el uso del bus es de aproximadamente el 75%. Para hacer frente a la situación, el gobierno ha tenido que acudir al rescate con convenios de financiación; pero el último, hasta la fecha, ha caducado.

Sin un nuevo balón de oxígeno por parte de las administraciones, el futuro de TfL se complicaría presentando para cumplir con el requisito legal de asegurar que puede equilibrar su presupuesto.

más allá de la ciudad

La pregunta es: ¿Es esto solo un problema de la Ciudad? Aunque es probable que parte del problema de TfL sea su tremenda estructura y el coste de mantenimiento -solo el metro supera los 400 kilómetros y las 270 paradas-, Londres no es la única metrópolis a la que le está costando recuperar los niveles de demanda «pre». COVID-19. El problema, en realidad, no es sólo de movilidad urbana, sino de la lentitud con la que regresan los pasajeros al transporte público en un escenario todavía muy marcado por factores como el miedo al contagio o el teletrabajo.

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No tienes que ir muy lejos para averiguarlo. Se trata de sumergirse en las estadísticas oficiales de nuestro propio país. Los últimos datos de Aena, por ejemplo, muestran que en enero los aeropuertos de España movieron 10,4 millones de pasajeros. Son muchos más que hace un año, pero siguen siendo 37% menos que en 2019el año pasado libre del «efecto COVID-19».

En cuanto al transporte urbano, los datos del INE también son claros. A lo largo del año pasado, Madrid sumó 296,7 millones de viajeros en el servicio regular de autobús y 442,3 en metro. El dato vuelve a mejorar al del año anterior, pero no llega del todo al de 2019, cuando el instituto registró, respectivamente, 440,1 y 677,5. La diferencia seguía marcada en diciembre, último dato publicado por el INE. En Barcelona hay una situación similar. En Barcelona, ​​el transporte urbano regular por autobús y metro sumó alrededor de 273,7 millones de usuarios durante la segunda mitad del año, frente a los 362,6 registrados durante el mismo periodo de 2019.

La situación es más o menos similar en Sevilla, Valencia o Bilbao, por ejemplo, que cerraron el segundo semestre de 2021 con valores que no llegan a los que manejaban antes de la crisis sanitaria. En cuanto al ferrocarril, el tercer trimestre del año pasado -el último dato difundido por el INE- cerró con 99,9 millones de viajeros, lejos de los 139,3 de dos años antes. Parte de esa cifra se explica por la lentitud con la que se han reabastecido las rutas y frecuencias. En agosto, por ejemplo, Extremadura aún no había recuperado el 30% de los trenes suprimidos en 2020.

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Más allá de las estadísticas y tal y como le ocurre a TfL en Londres, los “pinchazos” en la demanda se dejan sentir en las cuentas de resultados. Metro de Madrid desveló hace un año que en 2020 había ganado 10 millones de euros, 84% menos que el año anterior. Para incentivar la demanda, de hecho, el Gobierno regional llegó a activar una campaña que, bajo el lema ‘Volvamos a movernos en transporte público’, intentó que los usuarios volvieran a los buses, vagones y taxis. Ya entonces, cuando se calculaba que 2020 cerraría con un «pinchazo» del 47% respecto a 2019, el propio Ejecutivo reconoció que no esperaba una recuperación total hasta 2023.

En Cataluña, donde Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) despidió el 2020 con un impacto negativo de 245 millones de euros, por el desplome de viajeros y el aumento de los gastos de desinfección -un duro golpe que se palió con el uso de recursos del Estado e internos ahorro—, la normalidad también se resiste a llegar al cien por cien de servicio público. En diciembre de 2021, la demanda del autobús metropolitano todavía rondaba el 85% en días hábiles.

En cualquier caso, y como está ocurriendo en Londres, la sombra de la pandemia no ha sido gratis para las administraciones. El Ayuntamiento de Vigo tuvo que indemnizar con más de dos millones de euros a la concesionaria de su autobús urbano por las pérdidas que sufrió durante lo peor de la crisis, entre marzo y junio de hace dos años. La reclamación de la empresa apuntaba a una cantidad muy superior a finales de 2021. Los ayuntamientos de otras localidades —Salamanca o Xàtiva, por citar dos casos más— además de administraciones autonómicas, como la Junta de Castilla y León, también han tenido pagar desembolsos para indemnizar a los operadores que, como servicio público, continuaron circulando durante la crisis con capacidad reducida y menor demanda.

Para el grupo, la resaca de la COVID-19 también coincide con un momento especialmente delicado, marcado por la subida del coste de la energía. Hace apenas unas semanas, la Asociación de Transporte Público Urbano y Metropolitano (ATUC), envió una carta al Gobierno para advierten del doble reto al que se enfrenta el sector: el legado de la pandemia -”el sector sigue afectado”, advierte la entidad- y la escalada de los precios de la electricidad, que afecta a metros, trenes y tranvías.

El objetivo: que el COVID no deje mella en el sistema de transporte público.

Y, de paso, que podamos seguir disfrutando del metro y autobuses de la Ciudad.

Fotos | Viktor Forgacs (Unplash), Humphrey Muleba (Unplash) y Nikita Kachanovsky (Unplash)